Golfeando con pulpos

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La semana pasada Scalpers Santander nos invitó a un torneo de golf que organizaba en colaboración con el Hotel Real. ¿Sabemos algo de golf en el Palazzo? No. Sabemos que lo consideran un deporte desestresante cuando a mi se me antoja desquiciante tratar de darle a la maldita pelotita y, en cualquier caso, veo la palabra deporte sobredimensionada para este caminar por un campo mullido.

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Sin embargo la sóla idea de estar frente al mar, relajados un fin de semana lejos de Madrid y en un hotel Real...bueno, comprenderéis que no podía resistirme, más cuando las vistas de la bahía desde el balcón de la habitación eran tan apacibles como la foto que veis arriba.

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El Hotel Real me encantó, todo está marcado con una corona, la puerta del ascensor, los vasos para enjuagarte la boca, las bolsas de la lavandería, la alfombra de paño a los pies de la cama, me sentía como en casa. Se respira un cierto aire decadente, de grandes tiempos en los que la nobleza se trasladaba desde Madrid al norte para pasar los veranos lejos del sofocante calor. Los salones recuerdan a señores de pechera con galones fumando puros y las terrazas a señoras que acompañan su desprecio por la gente inferior con ruido de perlas. Insisto, me sentía como en casa.

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Sobre el tema del golf poco os puedo decir, que todos los que lo practican parecen relajados y que les gusta llevar jerseys de pico. Así como la estética del tenis sufrió un duro revés con la aparición de lo ignominiosos conjuntos de las Williams y los terribles pantalones piratas de nuestro amado Rafa, el golf parece haberse detenido en el tiempo. Pantalones de pinzas, zapatos abotinados, chaquetas de tweed, azul marino, verde caza, suelos de madera, plata bruñida, cortinas de flores...dioses qué ganas me entraron de tener un sabueso de orejas largas y un caddy condescendiente que me diera consejos de superación sobre la vida después de haber sobrevivido a una niñez como esclavo en campos de algodón... Un momento, ¿a vosotros también os viene a la cabeza Morgan Freeman cuando imaginais el caddy ideal?

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Sólo he jugado una vez en mi vida al golf y en las dos horas que estuve no conseguí hacer un swing como es debido. El entrenador me dijo que me faltaba focus, que necesitaba concentrarme plenamente en la pelota y no perderla de vista, me dijo que podría ayudarme imaginar que la pelota era la cabeza de alguien a quien me gustaría hacer volar. Curioso. En ese momento no sé si por exceso de relajación o de candidatos no se me ocurrió nadie en concreto, si hoy tuviera que jugar en cambio tendría muy muy claro de quién sería esa cabecita voladora. Sería de hecho una pelotita tricéfala compuesta por los tres cráneos de las encargadas del asesoramiento a emprendedores de la Comunidad de Madrid de Gran Vía 24. Esas tres señoras que tuvieron a bien convocarme para, antes siquiera de entrar al despacho, anunciarme que en media hora empezaba su hora de la comida (como diciendo "no nos vayas a entretener mucho eh") y que no había subvenciones de ningún tipo para nadie (como diciendo "no hace falta ni que nos hagas perder esta media hora pre comida"). En ese momento me quedé un poco desubicada de recibir el asesoramiento de pie, en el descansillo, junto al torno de entrada; hoy en cambio les hubiera hecho posar para una foto con el móvil que estoy segura me habría permitido concentrarme mucho mejor en mis ejercicios con el palo.

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El Consorte por supuesto estaba conmigo en nuestro paseo por el norte. Él y sólo él podía acudir a un evento organizado por Scalpers vestido de Lander Urquijo. Menos mal que los oganizadores son buenos amigos que sino era para acabar a golpes.

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Abrazos mil,
La Condesa sin puente

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