Compañero canapero

Lo confieso sin atisbo de verguenza alguna, soy una canapera profesional.

Con la mayoría de los eventos al final de la tarde no te da tiempo a pasar por casa a cenar, por lo que llegar al sitio en cuestión y regarte de forma gratuita con alcoholes varios sólo sirve para que acabes prometiendo regalar chaquetas a diestro y siniestro como si de tarjetas de visita se tratasen (sorry, not possible). Con el objetivo de evitar desastres y sobre todo porque soy de muy-muy buen comer suelo lanzarme a por los canapés, para sonrojo de mis acompañantes, como si no hubiera un mañana. Sin embargo la semana encontré a alguien con el mismo ansia impúdica que yo, alguien cuya acompañante me confesó que había rehusado comer su pienso habitual en casa porque, de alguna manera inexplicable, sabía que iba a un lugar donde podría mendigar a gusto.

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Su mirada de concrentración es sólo comparable a la de los samurais antes de entrar en combate. Entre él y yo acabamos con todo un ejército de sandwiches de jamón.

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